SEBASTIÁN BRETONES, CANDDATO AL CONGRESO |
La
Constitución de 1978 está muerta, hace mucho tiempo que no es más que papel
mojado con el que los partidos llamados “constitucionalistas” se envuelven,
utilizándola como arma arrojadiza contra el adversario. No es una Constitución
real sino un elemento de propaganda política, un fósil que cada día está más
alejada de la constitución material, la
realidad que todos y todas vivimos.
Son momentos de cambios profundos y
excepcionales, de crisis de régimen, la del régimen nacido de la Transición.
Una crisis que es económica, social y política y que amenaza con romper la
hegemonía de las oligarquías político-financieras que dirigen el estado desde
la dictadura.
En la Transición las élites franquistas pactaron con los partidos de la oposición democrática
un tránsito a un sistema parlamentario representativo. Una transición con la que consiguieron el consenso de
importantes sectores populares, asumiendo parte de sus demandas y
satisfaciéndolas en gran medida, con el mito de Europa como gran faro de
esperanza y homologación con nuestros hermanos europeos, superando nuestro
secular atraso. A cambio las oligarquías consiguieron mantener su enorme poder
económico y lo siguen manteniendo hasta el día de hoy, con lo que prácticamente
seguían tutelando y controlando el poder político. “El poder (es decir el dinero) no
entiende de elecciones”.
Tras unas décadas de progreso y crecimiento
económico basado en el ladrillo, la especulación inmobiliaria y el turismo, todo
ello barnizado con una corrupción estructural que permitía su funcionamiento,
la sociedad española vivió un espejismo donde todos éramos propietarios y
“nuevos ricos” gracias a la financiación crediticia. El modelo de éste régimen
se ha venido abajo con la crisis financiera de 2008, la burbuja estalló y
quedamos como lo que éramos:
Un país periférico de la UE, con una economía
dependiente y semicolonial con relación a Alemania y los países del centro
europeo y con una soberanía secuestrada por instituciones no democráticas (la
famosa Troika). ¡La Constitución ha quedado de facto suspendida mediante un
golpe de estado silencioso!
La
crisis ha quebrado todos los consensos que se mantenían desde los años 80,
agudizando el asalto de la oligarquía al Estado del Bienestar y a nuestros
derechos sociales y democráticos. Amenazado por la contestación social, el
régimen está recomponiéndolos en una suerte de operación transformista ( sobre
todo el surgimiento de Ciudadanos como operación política para desviar el descontento dentro
de los márgenes del sistema) que bien puede terminar en una segunda victoria de
las élites.
Frente
a ello necesitamos un Proceso Constituyente, ya que la vieja Constitución ha
sido superada por la historia. Ya no está vigente, ni siquiera formalmente
desde el Tratado de Maastricht y los siguientes tratados de la UE que
consagraron la deriva neoliberal de Europa y el secuestro de la soberanía
popular, básica en una democracia. Necesitamos de un amplio movimiento popular
y democrático que acumule fuerzas para plantearle un pulso al poder y vencerlo.
Un proceso que nazca del pueblo soberano y sea impulsado por él y no por
ninguna oligarquía de partido. Un proceso que nos devuelva la soberanía y
rescate la democracia, un proyecto de futuro que supere los viejos esquemas,
construyendo un nuevo país. Un país donde se garanticen los derechos sociales,
laico, democrático, republicano, federal y plurinacional.
Necesitamos en
definitiva coronar ese proceso con una nueva Constitución que haga realidad los
principios de la solemne Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ése es
el proyecto de la gente de Esquerra Unida-Unitat Popular.
Sebastián
Bretones López
Cabeza
de lista al Congreso de los Diputados EU-UP por Castellón.